Pasa prácticamente inadvertido, de no ser porque sus ojos se tornan cristalinos cada que Oribe Peralta toca un balón en el entrenamiento de la Selección Nacional Mexicana.
Miguel, padre del hombre sensación en el futbol nacional, cumple un sueño que abrazó desde hace más de dos décadas, cuando su entonces pequeño comenzaba un eterno idilio con el esférico.
No tiene nada que ver con lo que sucedió hace un año, cuando el Tricolor se presentó en la Comarca Lagunera para medirse con el todo poderoso Brasil. Aquella noche, El Cepillo aún no explotaba, se mantenía con perfil bajo. Apenas presidió cinco minutos de juego, Eso explica lo dulce que será esta noche para toda su familia.
“Esperemos verlo como titular”, comparte don Miguel, mientras se le hace un nudo en la garganta. “Será uno de los momentos más emoconantes de mi vida. Me da mucho gusto ver a mi hijo aquí, en su tierra, con la Selección”.
Extraordinario colofón a doce meses de ensueño para un hombre de pocas palabras fuera del campo y potente voz sobre el lienzo verde. Lo trae en lo genes. Su padre tampoco es de discursos largos y rebuscados. Conciso. Embelesado con la magia de Oribe.
Encanto que inició con la obtención del primer lugar en los Juegos Panamericanos de Guadajalara, siguió el anhelado título con el Santos Laguna y el clímax llegó con el histórico oro olímpico en tierras británicas. Ahora, es titular para El Chepo, junto a ese ídolo en ciernes llamado Javier Hernández.
“La verdad es que lo hizo muy bien en esos dos torneos [Panamericanos y Olímpicos]. Espero que siga por ese camino”, atina a decir don Miguel, cuyas glándulas lagrimales amagan con empezar a producir el néctar del orgullo. “Nos da mucho gusto que vaya consiguiendo logros”.
El de hoy guardará un lugar especial en la vitrina emocional. Sus padres, hermanos y esposa lo acompañarán en las tribunas del Corona, tal como lo hacen en cada partido del Santos Laguna.
“Vendremos los de siempre, quienes estamos para apoyarlo”, comenta el padre. “Ojalá que se den las cosas bien, México gane y él pueda anotar un gol”.
Don Miguel ya lo imagina y esa simple concepción dinamita su corazón. Por eso su mirada se torna cristalina cada que ese impetuoso chico demuestra que ya es una pieza de gran valía para el director técnico nacional.
[Central Deportiva]