Melissa Estrada
La cinta protagonizada por Brad Pitt consigue salirse con la suya con una efectiva historia llena de tensión
La película retrasó su estreno varios meses, pues luego de un desastroso resultado con el primer corte de la cinta terminada, los realizadores decidieron volver a escribir y filmar un final completamente nuevo. Aunado a esto, cuando las primeras imágenes mostraron hordas veloces de personas amontonándose en grandes montañas, las expectativas sobre esta película estaban por los suelos. Sin embargo, contrario a lo que se pensaba, el resultado final termina siendo una de las sorpresas más agradables de este verano cinematográfico.
“Guerra Mundial Z” (“World War Z”) está basada en la novela del mismo nombre de Max Brooks, la cual narra, en distintos puntos de vista, una epidemia global que amenaza con convertir a toda la humanidad en creaturas rabiosas y sin conciencia. Contrario al contenido del libro, en su adaptación al cine sólo seguimos a Gerry Lane (Brad Pitt), un ex-investigador de las Naciones Unidas, quien tiene que volver al trabajo cuando se desata la pandemia mundial que crece minuto a minuto y de la que se desconoce el origen y mucho menos cómo detenerla. Será la misión de Gerry viajar de ciudad en ciudad, cuidándose de no hacer demasiado ruido.
Y es que los zombis de esta película se mueven por el sonido, y el más mínimo rumor los atrae inevitablemente hacia una posible víctima. Los atacados en cuestión no verán sus vísceras devoradas, ni sus cabezas abiertas para que su contenido sea el deleite de los muertos vivientes, nada de eso, los zombis de “Guerra Mundial Z” no parecen tener ningún apetito por los vivos. Por el contrario, estas creaturas sólo parecen querer expandir el virus, con sus ávidos dientes dispuestos a morder a quien se les ponga enfrente: dan un mordisco, infectan y siguen su camino. Los infectados tardarán unos cuantos segundos en transformarse, uniéndose así a la carrera interminable por más víctimas.
De esta manera, la película garantiza una ausencia total de sangre. Contrario a una de las características primordiales de los zombis en la pantalla grande, esta película no muestra ni el más mínimo asomo de violencia gráfica. ¿Acaso un sacrilegio contra un género tan emblemático del séptimo arte? Podría considerarse así, de no ser porque uno termina por olvidarse, y deja de extrañar la falta de vísceras y zombis más clásicos. El secreto para el director Marc Forster parece ser lo bien armadas que están las escenas de acción y suspenso. Con agilidad y dinamismo, la historia muestra cuadros de intriga que simplemente te arrastran con la trama, con un ritmo bastante cuidado.
A pesar de tratarse de un blockbuster de verano, la película cuida mucho no salirse de sus casillas, dejando el espectáculo visual y la acción estrafalaria llena de explosiones y caos, al mínimo. Los zombis corriendo para amontonarse formando montañas, son sólo parte de una escena, y si bien estas creaturas frenéticas corren como locas a grandes velocidades, no es una lucha encarnizada contra las mismas el motor principal de la película. En este sentido, poco queda de la llamada “guerra” que da nombre al filme.
Por el contrario, la película es más lenta, y aunque fracasa en ser inteligente y mostrarnos un análisis sociopolítico de este fenómeno, se agradece que no sea sólo un abrumador espectáculo visual, tan común en esta temporada de cine. La película no va creciendo hasta desembocar en una espectacular batalla final, sino que el objetivo último es el suspenso atmosférico, que hiela la sangre del espectador y lo mantiene mordiéndose las uñas, sintiendo un peligro latente a la vuelta de cada esquina. El ambiente nos envuelve y no faltará quien no quiera ni morder sus palomitas para no hacer ruido y poner en peligro el bienestar de los personajes. En vez de darnos más impacto visual, la película nos da menos, pero proporcionalmente incrementa el terror atmosférico.
Esta idea es un movimiento arriesgado para una película en estos tiempos digitales de Hollywood. Cuando George A. Romero creó a los zombis como los conocemos ahora, a finales de los 60, todavía había poco dinero respaldando este tipo de cintas, por lo que las mismas se tenían que limitar a contar historias donde fuera la intriga y el miedo a lo desconocido, su principal arma de entretenimiento. En este sentido, “Guerra Mundial Z”, es un tributo a un cine zombi mucho más clásico, a un terror menos espectacular y más psicológico. Sin embargo, esto no quiere decir que la película sea una obra inteligente, ni verdaderamente memorable, ni mucho menos digna de llamarse clásico.
La película es genérica y a veces torpe en varios aspectos. Coqueteando con el entretenimiento superficial de verano, hay varias escenas de humor torpe, e incluso involuntario, gracias a las inconsistencias e inverosimilitudes del guión. Sin embargo, para una cinta entretenida, para pasar un buen rato, estos defectos se transforman en virtudes. La risa involuntaria era también una de las características de las películas de terror de bajo presupuesto, y es un elemento agradable aquí también. Con dosis adecuadas de acción, suspenso y humor bastante torpe, el resultado final consigue (tal vez sin querer) crear una exitosa fórmula para divertirse frente a la pantalla.
[Vanguardia]
