Triunfó el carácter de Layún

Aunque fue sometido al escarnio público en varios lapsos de su carrera, Miguel Layún se secó las lágrimas y logró cambiar la mala imagen que se tenía de él; ahora se ha convertido en un indiscutible de la selección mexicana

miguel layunDe niño era bueno para varios deportes, pero desde siempre, el futbol latía muy adentro en sus convicciones, sin importar lo que los demás pensaran. Incluso, su propia familia, que al ver que Miguel Layún no jugaba con la idea de ser futbolista, lo apoyaron.

Desde una corta edad, tuvo que sobreponerse a la crítica. En aquellos torneos en su natal Córdoba, Veracruz, ya existían habladurías de que había mejores elementos que el actual defensa del América, pero a él nunca le importó todo eso.

«Han sido años de mucho trabajo, he dejado muchas cosas en el camino, he encontrado muchos obstáculos en este trayecto, pero ahora disfruto lo que he logrado, siempre apoyado por mi familia. Tener las ideas claras es lo que me ha ayudado».

Agregó que, «estaba convencido de que iba a ser futbolista profesional. A los 15 años arranqué de lleno. En unas visorías me regresaron porque era muy bajito, pues hasta los 17 crecí, a los 14 medía 1.40 m. Lo más duro fue cuando pasé las visorías en Cruz Azul y un compañero me rompió el ligamento cruzado y los meniscos. Cuando empecé la terapia pensé no seguir, es el dolor más grande».

Había días de desesperación sí, pero eran más fuertes sus ganas de triunfar. Layún lo cuenta con ese tono que refleja su determinación: «Hubo momentos en los que tuve que echar mano de todo lo que tenía a mi alrededor, de la fortaleza y lo que me habían enseñado en casa. Sobre todo cuando te das cuenta que lo deportivo empieza a afectar tu vida. En mi caso llegó a afectar hasta no poder cenar tranquilo».

miguel layun seleccion mexicanaAlgunas veces bajaba la guardia, sobre todo aquellas en las que las críticas por su trabajo dañaban a sus seres queridos. Esos instantes estaban llenos de impotencia, y claro aunque pensó en varias vías para poner un alto, lo más prudente era resistir y trabajar para revertir dicha situación.

«Es una impotencia muy grande, se puede llorar de muchas formas de tristeza, de desesperación o coraje, yo procuro enojarme poco, pero llega un punto en el que el coraje me rebasa, el no poder vivir tranquilo. A veces lloraba y quería parar a alguien y decirle, ‘cuál es tu problema, si quieres lo arreglamos como quieras’, pero como persona pública no puedes retar a nadie a golpes. En la casa lloré mucho».

Luego de sus primeros pasos en el máximo circuito, del duro golpe del descenso con Veracruz, le llegó la posibilidad de ir a jugar a Europa, con el Atalanta de Italia. «Lo más difícil fue arriesgar las opciones que tenía, porque me fui sin un contrato, y si no le llenaba el ojo al técnico, me quedaba sin jugar al menos seis meses. Me fui convencido de que podía hacer las cosas y me salió. Tenía 20 años y podía arriesgar». Enseguida, Miguel agrega: «El idioma fue de lo más complicado porque el técnico me daba instrucciones y yo no entendía. Después cambiaron al entrenador a los cuatro partidos, y tuve que empezar de cero en un país donde nadie me conocía«.

A su regreso a México, con el América, la situación no pintó nada bien. Su futbol no daba los resultados deseados y los juicios eran muy fuertes; incluso, hubo burlas severas hacia su trabajo y persona.

Pero, al paso del tiempo, le dio un giro a la historia y con base en el trabajo y sacrifico encontró un camino diferente. «Soy fiel creyente en que el destino uno lo va forjando con sus decisiones y cómo las afrontas. El gol del campeonato del América en la Final contra Cruz Azul, ni en sueños hubiera pensado que fuera así. Luego, estar en un partido tan importante con la selección mexicana, aunque se diga que era Nueva Zelanda, que no tenía nivel, al final estaba en riesgo la calificación y fui parte del grupo que ganó el pase. Las piezas se acomodaron de manera perfecta».

Miguel sonríe, dice que no calló bocas, que no se sacó una espinita clavada, más bien, se siente satisfecho porque su esfuerzo le alcanzó para que el público lo viera con otros ojos.

«Para mí fue muy importante poder cambiar la manera cómo me veía la gente. Siempre fui el mismo, me entregué, pero las cosas no salían. Hasta el día de hoy nadie sabe cómo empezó la crítica, me tocó vivir una etapa muy complicada, fue demostrarme a mí mismo que puedo con esto y más».

Layún es optimista, no hay panorama que lo desilusione, por ello, ha logrado darle un matiz diferente a su criticada carrera. Ahora, tiene enfrente la posibilidad de jugar un Mundial y ahí también quiere lucirse.

«Es el sueño de todo jugador: disputar la Copa del Mundo. Todo depende de lo que uno haga, sigo tratando de mejorar, cuando las cosas no salen bien, procuro esforzarme más».

El defensa remata la plática con un tema que ha dado mucho de qué hablar: el que Miguel Herrera dijera que el equipo regresará a México con la Copa del Mundo.

«La gente se burla porque no se atreve a soñar, es más fácil pensar en un quinto partido, no pasar de la primera fase, solo participar, no tienes ningún riesgo de fracasar, qué pasa, no pasaste, no pasa nada, era lo previsto, esa gente no aspira a nada en la vida».

miguel layunY matiza, «no tenerle miedo a fracasar es lo que ha llevado a Miguel a tener éxito en su carrera. Yo siempre lo he dicho, no importa que la gente se ría, que nos tachen de locos, lo más importante es hacerles ver que todo se puede tomar de una manera distinta».

SUEÑO CUMPLIDO

Parecía el típico juego de niño, lo común en esa edad en la que se sueña con ser futbolista. Pero cuando Miguel Layún les pidió un minuto a sus padres, apenas a los 12 años, y les preguntó con una voz muy formal si lo respaldarían en su proyecto de vida que él veía ligado al balompié, sus padres se sorprendieron por la convicción que tenía su hijo para buscar cristalizar sus metas.

«Desde chiquito iba a despertar al papá, le pegaba con la pelota en la cabeza y le gritaba, ‘papá gol, papá gol’, y como él jugaba cada fin de semana futbol se lo llevaba a los partidos», comenta su madre, Maribel Prado, con una sonrisa en el rostro, pero después, toma aire y libera la tensión: «Nos dijo, ‘quisiera saber qué tanto me van a apoyar porque quiero ser futbolista profesional, el papá le mencionó que tenía que estudiar. Él pidió chance hasta los 20 años y si no había debutado iba a regresar a la casa para iniciar una carrera».

Entonces interviene don Miguel Arturo Layún Albarrán. «De principio pensamos que era algo que pasa en los niños, que pronto se le olvidaría, pero no fue así». Cuando vieron que iba en serio, que en una visoría Cruz Azul lo eligió para entrenar en sus instalaciones de La Noria en el Distrito Federal, y que tendría que dejar Coatzacoalcos, el panorama de los padres de Miguel cambió.

«Eran 300 niños, Miguel quedó en uno de los dos equipos de once. De repente, nombraron a tres niños, los cuales se habían ganado el derecho de probarse en La Noria. Uno de ellos era mi hijo, fue una gran alegría, pero también una sorpresa».

Desde pequeño, Layún tuvo obstáculos. Ya en Cruz Azul, el pequeño sufrió una lesión, la cual le demostró a su madre la entereza que tenía su hijo, y que el futbol iba en serio para él.

«La cirugía fue más larga. A la tercera semana de rehabilitación regresamos a México y cuando le quitan la férula, yo me estaba desmayando porque le doblaban la pierna. Lo abracé y le dije, ‘güero, nos vamos a Córdoba’, y me dijo, ‘no mamá, yo a eso vine, a triunfar’. De México a Córdoba todo el camino lloré porque no sabía si había hecho bien en dejarlo».

Tras el descenso con Veracruz llega el viaje a Europa. La señora Maribel cuenta los detalles. «Lo vinieron a ver de Italia y España. La mejor propuesta era de Italia. Me dijo, ‘me hablan de Italia y quieren que esté pasado mañana’.

Preparábamos el viaje, y ya después pensamos: ‘con quién va a jugar, en dónde va a vivir’… se lanzó a la aventura».

Otro mal pasaje fue cuando descendió con el Atalanta, llegó posteriormente a México y las cosas no le salieron a la primera, se desata la conocida guerra que le declararon en varios sectores al defensor.

«Cuando estaba ya en América nos decía, ‘yo estoy bien, no le hagan caso a los comentarios, no se preocupen’. Pero te preocupas por tu hijo, quieres ahorcar al de junto porque está diciendo cosas que no debe». La madre de Miguel prosigue: «Ha sido una enseñanza de fortaleza, no piensas que tus hijos te van a dar lecciones de vida».

Don Miguel también recuerda las agresiones a su hijo, pero ya no duele como en aquel entonces. Ahora sonríe cuando lo cuenta, porque tiene claro que su hijo ha callado bocas.

«No criticaban sus centros o su forma de juego, sino a él, teníamos que respetar y quitar el sonido al partido para verlo».

Pero ahora se llenarán de orgullo por ver a su hijo en el Mundial defendiendo la camiseta de la selección nacional.

[LaAfición]