Los científicos estiran cada vez más los límites de la comprensión de lo que sucede cuando el cuerpo muere y aprenden más sobre cómo interrumpir el proceso, que dura más de lo que se suponía.
Durante décadas, los médicos han documentado casos en los que personas inmersas durante horas en agua fría volvían a la vida. Muchos estudios muestran -escribe el diario ‘Scripps Howard News Service’- que la hipotermia protege el cerebro disminuyendo su necesidad de oxígeno y aplaza la muerte celular.
La refrigeración del cuerpo ha llegado a ser una práctica común para los pacientes tras sufrir un paro cardíaco. Sin embargo, los científicos todavía no han encontrado un método óptimo para proceder en estos casos, por lo que tal método se considera arriesgado. Según uno de los últimos estudios japoneses, la reanimación cardiopulmonar es posible incluso transcurridos 38 minutos o más después del paro cardíaco, tiempo durante el que se pueden evitar daños graves en el cerebro.
La definición de la muerte cerebral también se vuelve cada vez más compleja. No en vano, los investigadores encuentran signos de actividad, tanto en humanos como en animales cuando, a primera vista, la función cerebral está ausente. Alrededor del 20 por ciento de los supervivientes a un trance de muerte cerebral afirman que escucharon o vieron algo mientras estaban clínicamente muertos.
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